Consumo de cristal en el embarazo, cada vez más frecuente en SLP
Los efectos son devastadores: abortos espontáneos, partos prematuros, crecimiento fetal restringido y microcefalia —una condición en la que el cerebro del bebé no se desarrolla adecuadamente
La crisis por el consumo de drogas ha comenzado a impactar con fuerza un sector doblemente vulnerable: mujeres embarazadas. En entrevista, el doctor Manuel Mendoza Huerta, ginecoobstetra, médico materno fetal y actual jefe de la división de Ginecoobstetricia del Hospital Regional de Alta Especialidad Dr. Ignacio Morones Prieto, advierte sobre las consecuencias graves que el consumo de cristal tiene tanto para las madres como para sus bebés.
“Estamos viendo un incremento en el número de embarazadas consumidoras, especialmente de cristal, una droga que altera profundamente el cuerpo de la madre y afecta el desarrollo del bebé desde etapas tempranas”, explica el doctor Mendoza.
Los efectos son devastadores: abortos espontáneos, partos prematuros, crecimiento fetal restringido y microcefalia —una condición en la que el cerebro del bebé no se desarrolla adecuadamente. “Hemos recibido bebés de nueve meses con un peso de apenas 1,500 o 1,800 gramos, y con cabezas visiblemente más pequeñas”, señala.
Síndrome de abstinencia y dependencia intrauterina
El especialista detalla que estas sustancias atraviesan la placenta, llegando al feto a través del cordón umbilical. “Muchas veces, las drogas psicoactivas hiperestimulan tanto a la madre como al bebé. Se presenta el llamado ‘feto dependiente’ o ‘feto drogadicto’, y al nacer, estos niños presentan síntomas de abstinencia: convulsiones, inestabilidad cardiovascular, dificultad respiratoria”, advierte.
El problema no termina en el parto. Si la madre continúa consumiendo durante la lactancia, la droga sigue pasando al bebé a través de la leche materna. “Estamos hablando de nanopartículas que mimetizan receptores del organismo, generando una exposición continua”, explica Mendoza.
La adicción no se detiene por el embarazo
Una de las mayores preocupaciones médicas es que el embarazo no frena el consumo. “Tuvimos recientemente una tesina en la que se documentó que, aunque las mujeres sabían que estaban embarazadas, no modificaban su conducta adictiva. La dependencia pesa más que la conciencia del daño”, dice.
El círculo familiar y social: clave para la prevención
El doctor Mendoza subraya que muchas consumidoras tienen entre 15 y 25 años. “Son mujeres jóvenes, muchas todavía bajo el cuidado de sus familias. Esto representa una oportunidad: el apoyo del núcleo familiar puede marcar la diferencia”, afirma.
No obstante, también advierte sobre los riesgos a futuro. “Un niño que nace con dependencia tiene más riesgo de repetir el patrón. No necesariamente como una herencia genética, pero sí como una memoria celular, un impulso que puede despertar más adelante, sobre todo si se encuentra en un entorno donde el consumo es normalizado.”
Un problema creciente y difícil de tratar
El consumo de cristal durante el embarazo es un fenómeno creciente y preocupante. Los bebés requieren cuidados intensivos tras el nacimiento, y las madres, al llegar al hospital, suelen estar tan deterioradas que muchos tratamientos no surten efecto. “Recientemente tuvimos un deceso de una madre consumidora. Son pacientes muy difíciles de tratar por el daño ya instaurado en su organismo”, lamenta el doctor.
¿Qué hacer ante este problema?
“El ideal sería prevenir un embarazo en una mujer consumidora. Pero si ya está embarazada, se deben activar redes de apoyo familiares y médicas de forma inmediata. Lo más urgente es acompañarlas con estrategias terapéuticas reales, empáticas y constantes”, concluye Mendoza.
El consumo de drogas durante el embarazo es más que una tragedia individual: es un problema de salud pública. La atención temprana, la intervención familiar y el acompañamiento médico pueden salvar no solo una vida, sino dos.